viernes, 9 de octubre de 2015

Historia de miedo

SABINA


Tras nueve duros meses de instituto concretamente de primero de bachillerato, la tranquilidad regresa a mi. ¡Por fin es verano!, pero este va a ser especial, lo sé porque me han pasado muchas cosas a lo largo de este curso. Empecé a salir con el chico del que siempre he estado enamorada, Iván, en Julio del año pasado y vamos a hacer  un año el mes que viene, y para celebrarlo nos queremos ir una semana juntos de vacaciones, aunque también vendrán mis amigas y un par de amigos suyos porque si no nuestros padres no nos dejan. El caso es que vamos a estar esos siete días juntos todo el rato en un sitio muy bonito, y eso me hace mucha ilusión. Entre todos pensamos en ir a un lugar tranquilo en el que descansar y que nadie nos moleste, y nos pusimos de acuerdo en ir a Gorafe, una ciudad no muy grande en la que hay diversas leyendas, una de ellas comenta algo sobre que un tal Scott tras asesinar a su amada Sabina, se ahorcó y ahora perturba el pueblo; otras dicen que su cuerpo sigue intacto en lo alto de la colina donde se suicidó, pero ninguno de nosotros creemos en nada de eso, pues cientos de personas se ahorcan en el mundo y no pasa nada.
Ya hemos comprado los billetes del tren de ida y vuelta, me llamó la atención que en cada uno pusiera el nombre y el primer apellido, Almudena Silva, Diana Soler, Erica Moreno, Vanesa Pereira, Gorka Fernández, Lucas Pons, Iván Vega y yo, Leila Rodríguez.

Estoy nerviosa y a la vez contenta porque solo faltan un par de días para irnos, pero no se, siento algo extraño, como si me faltara el aire cada vez que pienso en ir. Mi madre dice que es por la edad del pavo y porque estoy tan ilusionada que me agobia la idea de que algo pueda salir mal, como que alguien falle en el último momento, o que algo de lo que ya tenemos preparado no salga bien. Supongo que tiene razón, pero esta sensación no la había tenido nunca y no me gusta demasiado.

Ya es hora de preparar el equipaje, aunque solo me voy a llevar un par de bikinis para la piscina del hotel, tres pantalones cortos, cuatro o cinco camisetas informales y algún que otro vestido llamativo para salir por la noche.
Meto el cepillo de dientes en la bolsa de aseo ¡y listo!
Vaya, que puntual es Erica, habíamos quedado a las seis en la estación y no ha tardado ni dos minutos en llamarme para ver donde estoy. Dice que ya están los demás allí esperando, y que nos demos prisa Iván y yo, porque el tren sale en treinta y cinco minutos.

A las seis y treinta y dos llegamos a la estación él y yo, sudando como si viniéramos de hacer abdominales en educación física de lo que habíamos corrido.

-Casi perdemos el tren. <Dijo Almudena de mal humor, como de costumbre>
-Perdonar… Es que tenía que darle de merendar a mi abuela y ha tardado más de lo normal. <Respondió Iván con un tono agradable>
-Bueno da igual, ¡vamos deprisa que ya está aquí! <Suplicó Gorka>

Nos subimos y dejamos las maletas en la parte de arriba; yo me senté con Iván obviamente, Gorka y Lucas en el asiento de enfrente, Diana y Erica en el de al lado juntas como era de esperar porque aunque dicen que no, se les nota a leguas que son mejores amigas, y por último Almudena y Vanesa en el de más allá por descarte.
El viaje solo duró una hora y media, se me hizo muy corto porque fui conversando con Iván sobre nuestras cosas y lo bien que lo íbamos a pasar. Nos bajamos del tren y nos dirigimos hacia el hotel según las indicaciones que nos ofreció la gente.

-¡Aquí estamos! <Gritó Lucas emocionado>
-¡Que bonito! <Dijeron al unísono las chicas>

El hotel es de piedra como si fuera antiguo, de la época del romanticismo diría yo. Con las paredes muy gruesas y techos altos, decorado de un carácter fantasmagórico y siniestro, pero es que era el más barato aunque si se sabe apreciar es bastante aceptable.
Dejamos las maletas cada uno en nuestra habitación y sin pensarlo más de dos veces visitamos todo el pueblo. Solo nos encontramos gente amable y extrovertida, una tienda de golosinas muy grande y un lago de agua cristalina, nada del cuerpo del tal Scott, ni cosas por el estilo.

-Está anocheciendo. <Dijo Vanesa>
-Tienes razón, deberíamos irnos al hotel ya. <Sugirió Erica>

Y sin entretenernos demasiado decidimos regresar, aunque es la tercera vez que nos perdemos hoy.
Iván y yo íbamos unos cuantos pasos más atrás que los demás, los perdimos de vista cuando nos paramos a echarnos una foto junto a un árbol muy raro. Llegamos al hotel y supusimos que nuestros amigos ya habían entrado. Alcé la mirada y me di cuenta de que había un cuerpo colgando con una cuerda atada al cuello. Me quedé pálida y sin respiración, con los ojos abiertos como platos; Iván se dio cuenta de que algo me sucedía y me preguntó asustado que qué pasaba. Le señalé temblorosa hacia la colina donde estaba aquel hombre, a unos veinte metros de distancia. Alzó la cabeza deprisa hacia esa dirección y en cuanto lo hizo… ¡PUM!, el cuerpo se cayó al suelo. Grité como si me fuera la vida en ello, él también estaba asustado pero trataba de calmarme y me abrazaba. Pasaron varios minutos, yo seguía abrazada a él sin dirigir la mirada hacia esa terrible colina, y cuando giré delicadamente la cabeza hacia la derecha, vi su rostro a unos centímetros de mí. Y volví a gritar pero esta vez más fuerte, el miedo me corría por las venas y sentía que nunca podríamos escapar de aquello.
Scott se abalanzaba sobre mí gritando: ¡Sabina! ¡Sabina! ¡Ven Sabina! ¡No vas a escapar Sabina!
Mientras, yo le pedía ayuda a Iván:
-¡Iván por favor no me dejes sola! ¡Iván protégeme! ¡Por favor!
-Leila tranquila, estoy aquí. Yo no veo nada, ¿de qué te asustas?

En el fondo me sentía segura porque estaba él a mi lado, y si él no podía ver lo que yo a lo mejor era porque en realidad no había nada, aunque yo lo viera totalmente real. Me tranquilicé un poco aunque yo seguía viendo a Scott amenazándome y gritando el nombre de su amada; cuando de repente, se hizo un tremendo silencio y yo miré sigilosamente a Iván, vi como se ponía pálido y hacía movimientos raros…, me agarró fuertemente y empezó a decir, ¡Tranquila Sabina!, ¡no te pasará nada Sabina!, ¡Yo estoy aquí Sabina! Con una voz que no era suya, con un tono que daba verdaderamente miedo. ¡Iván me confundía con Sabina y me quería matar junto a Scott! Y ahí fue cuando me asusté de verdad, y sentí como me moría por dentro.

Y ahora soy yo, la chica que no creía en leyendas y en historias de miedo, quien perturba este maldito pueblo.

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